Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos. – Marie Curie
La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero… ¡qué importa! Hay
que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo. – Marie Curie
Pero, ¿en qué sentido el conocimiento podría ser dañino? Marie Curies
es un buen ejemple de cómo el conocimiento puede, en muchas ocasiones,
ser desconocido e incluso perjudicial para aquellos que lo buscan. Marie
Solomea Sklodowska-Curie nació en Varsovia en 1867. Curie fue una buena
estudiante. Viajó a París debido a la imposibilidad de las mujeres en
Polonia para poder cursar estudios universitarios. Curie terminó los
estudios de física siendo primera de su promoción e inmediatamente se
centró en la investigación. Se casó con el físico Pierre Curie quién
dejó su línea de trabajo para colaborar con Marie. Sus investigaciones
culminaron con el descubrimiento de dos nuevos elementos: polonio y
radio. El matrimonio obtuvo el Nobel en Física en 1903. Marie Curie fue
la primera mujer que impartió clases en la universidad al ocupar la
cátedra que Pierre dejó vacante al morir. También fue la primera persona
en obtener dos premios Nobel en dos especialidades diferentes: el
segundo fue en Química en 1911.
Curie murió en 1934 debido a la radiación acumulada durante las
investigaciones. Si bien Curie era asombrosamente consciente de los
efectos perjudiciales que los dos elementos que había descubierto podían
tener en la Naturaleza y en su entorno, nunca pensó que dichos
elementos pudieran resultar dañinos para el Ser Humano. La curiosidad
volvió a Curie vulnerable ante la Naturaleza déspota e intransigible
que, sin delicadeza, decidió atravesar la vida de Curie de la misma
manera que atravesó la de su marido. Pero, ¿qué esperamos de una
Naturaleza insaciable que nos deja morir como mueren los cisnes,
hundiéndose en el agua, para nadar hacia el final de sus vidas?
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